En cuanto a gratitud,
los caballos son lo contrario de los perros.
Déle usted de comer a un perro
algo tan despreciable
como un chicle mascado,
y en lo sucesivo el animal
lo considerará el Ser Supremo.
Lo contemplará extasiado durante horas,
lamerá el suelo que usted pise
y estará dispuesto a matar hasta
al repartidor de pizzas que ose acercársele.
En cambio,
si se pasa usted las horas almohazando un caballo
y dandole de comer y beber,
este pensará mientras lo atiende:
¿Y si le mordiera un brazo a esta persona...?
Algo similar sucede con los humanos.