Señor, ayúdame a vencer el habito de tener una opinión siempre
y en referencia a cualquier asunto.
Quítame la manía de querer enderezar los problemas de los demás.
Que no me enfrasque en explicaciones prolijas;
dame alas para llegar directo al meollo del asunto.
Desearía que me dieras buena disposición
para escuchar las lamentaciones de los demás.
Dame paciencia, Señor.
Pero sella mis labios
cuando quiera propalar mis propias aflicciones,
que por cierto, aumentan constantemente.
Incúlcame la alta convicción
de que a veces puedo estar equivocado.
Inspírame una afabilidad razonable;
no extrema, pues debe ser difícil vivir con un santo,
además no quisiera convertirme nunca
en una persona amargada,
seria una obra maestra del demonio.
Concédeme, Señor,
la clarividencia para distinguir lo bueno
donde no espere encontrarlo,
y para ver los dones ocultos de la gente.
Concédeme también Dios mío,
la gracia necesaria para comunicar mis percepciones
si herir a alguien.
Por último te pido que me hagas reflexivo,
pero no adusto; servicial, y no dominante.
Se que es una lastima no usar plenamente mi gran sabiduría,
pero compréndeme, Señor,
quiero tener algunos amigos al final de mi vida.