Bebemos por placer,
y nos volvemos desdichados.
Brindamos por amabilidad,
y terminamos riñendo.
Nos echamos un trago
para parecer hombres de mundo,
y nos hacemos odiosos.
Libamos para conciliar el sueño,
y despertamos fatigados.
Bebemos en busca de alegría,
y acabamos deprimiéndonos.
Bebemos para armanos de valor,
y nos tornamos miedosos.
Disfrutamos de unas copas
para animar la conversación,
y solemos decir incoherencias.
Bebemos, en fin,
para aminorar nuestros problemas,
y tan solo vemos como se multiplican.