martes, 15 de diciembre de 2009

La Admiracion Exagerada


Presenciaba, en días pasados, la celebración de un campeonato por parte de unos aficionados del equipo ganador y me quedé sorprendido por las extremas reacciones y manifestaciones de júbilo y felicidad que demostraban por tal acontecimiento.

Intentaba justificar su actitud pensando que esto se debía, seguramente, a la falta de triunfos personales, y a la necesidad de tener a alguien a quien admirar y celebrar, cuando ese alguien haga, lo que ellos nunca podrán lograr.

Cito a Frederich Nietzche que mencionaba:

“Hay una inocencia en la admiración. Y es la del hombre que no contempla la posibilidad de que también él podrá ser admirado algún día. Ecce homo.

Al admirar demasiado las virtudes ajenas se puede perder el sentido de las propias, y no ejerciéndolas, olvidarlas completamente, sin poder reemplazarlas por las ajenas. Humano, demasiado humano.

La admiración de una cualidad o de un arte puede ser tan violenta, que nos impida aspirar a la posesión de estas dos cosas.Humano, demasiado humano.

Los partidarios de un gran hombre tienen la costumbre de cegarse para cantar mejor sus alabanzas. Humano, demasiado humano”.

Las personas que admiran a otra por sus cualidades finitas tienden a vivir del recuerdo de sus glorias sin hacer uso de ellas para salir adelante.

Y, tristemente, pocas veces el admirado se da cuenta en lo individual de sus seguidores, solo los ve como una masa uniforme de personas a los cuales, a final de cuentas, siempre identificara como sus fanáticos.
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