De manera recurrente suelen aparecer en los medios de comunicación reportajes o entrevistas con personas que defienden la pretendida utilidad de ciertas terapias alternativas para el tratamiento de enfermedades. Y cuando se mencionan sus nombres, como control del aura, iridología o movilización energética, lo único que queda es echarse a temblar.
Pero lo más curioso de todo es que se las defiende no porque sean eficaces bajo estrictas condiciones de control, sino porque son nuevas y porque nuestra cultura médica es limitada. Me explico, como en nuestros conocimientos hay importantes lagunas entonces no podemos decir que esas nuevas terapias no funcionan. Sin embargo, apelar al desconocimiento no justifica la validez de nada.
Lo mejor es cuando sacan de la manga ciertas supuestas terapias que tienen cientos de años de existencia y argumentan: “si han sobrevivido tanto tiempo es que deben ser buenas”. Pues no. Medicina antigua no es sinónimo de medicina eficaz. ¿No es más correcto pensar que su abandono haya venido ocasionado por su inutilidad? ¿Y qué decir de los curanderos? Esos sí que llevan miles de años entre nosotros. Y no está de más recordar que estos señores, estos mercaderes de esperanza, han sido y son incapaces de tratar la tuberculosis, la fiebre amarilla, el apendicitis, el cólera, la rabia, la polio y cientos de otras enfermedades que la despectivamente calificada medicina oficial sí ha conseguido. No han sido ellos, sino la medicina científica, quien ha elevado el nivel y calidad de vida de la humanidad.
El colmo del descaro lo tenemos en aquellos que afirman cosas tan peregrinas como que la gripe no está causada por un virus; sino por cierto desequilibrio energético de nuestro cuerpo. Sea lo que sea lo que signifique, es una estupidez. Lo grave es que a veces son licenciados en medicina quienes lo afirman.
Fuente: Medicine and Science Magazine