“Si la gente no te deja en paz, es porque no les has enseñado como hacerlo”
David Seabury
Podemos analizar innumerables técnicas de comunicación: cómo transmitir y escuchar mensajes, cómo confrontar, cómo decir no, cómo y cuando expresar enojo, etc., pero mas que aprender “formulas” tenemos que vivir profundamente el valor y la actitud de respeto.
Quien no respeta a los demás en su trato incurre en agresión y deteriora la comunicación saludable. De la misma manera, quien no se respeta a si mismo frente a los demás acaba por explotar y sentirse victima.
A fin de profundizar en el tema podemos preguntarnos: ¿respeto de qué?, ¿respeto porqué?
Claramente la respuesta implica respetar los derechos de las personas conferidos por la naturaleza humana; desde luego, también hablamos de obligaciones, responsabilidades y límites éticos.
Para lograr una optima comunicación, al considerar las propias necesidades no podemos , ni debemos, atropellar los derechos de los demás. Asimismo conviene precisar un cambio de actitud hacia otros, en caso de que violen nuestros derechos.
La comunicación, cuando existe respeto, se hace muy fácil.
Imagina por un momento que eres una persona que fácilmente se enoja, grita, insulta, no tolera la incomodidad cuando hay conflicto. De pronto se te ocurre pensar: “Caray, los demás no tienen la culpa de mi mal humor, puedo decir lo mismo sin ofender y los demás tienen derecho a ser tratados con cortesía”.
Como consecuencia natural de esta reflexión, la comunicación seria muy diferente, tu tono de voz cambiaria; de tal manera si te disgustara alguna acción ajena, podrías decirlo sin insultar.
Resultados?
Mayor probabilidad de que resuelvas satisfactoria y eficazmente tus problemas, aceptación para con los demás y una mejor salud para ti.
El ejercicio del respeto produce siempre buenas utilidades, desde el enfoque que se le quiera ver o en la esfera que se le desee analizar. Cuando se violan las reglas de este se pagan, al final, consecuencias dolorosas, tanto para ti como para los que te rodean.