martes, 8 de junio de 2010

Invictus por William Ernest Henley



Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.


En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.

Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años me encuentra,
y me econtrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.


Cuenta Nelson Mandela que el recitar este poema
cada que sentía que quebraba fue aquello que le
mantuvo con fuerza durante todo su cautiverio.