Después que dos personas pelean y se ofenden todo comienza a ser pretexto para deshacerse una de la otra.
Hasta las palabras dichas con amor parecen cargadas de ironía.
Los mismos gestos que antes eran elogios mutuamente se vuelven despreciables: "haces esto solamente para aparentar, para provocar compasión, todo es fingimiento".
Realmente el ambiente queda tenso: se busca desviar la mirada, se evita el encontrarse.
Cualquier cosa sirve como chispa para estallar más de un "barril" de resentimientos, injurias, algarabías...
Nadie quiere dar el brazo a torcer: "fue él quien comenzó"; "fue ella la que provocó todo eso"; "yo no me voy a rebajar y a pedir perdón"; "no tengo ninguna culpa". Y el abismo se va volviendo cada vez mayor. A veces la situación se vuelve insoportable.
Sólo que todo eso está únicamente en la mente de las personas, pues con un pequeño esfuerzo y humildad de ambas partes todo se resolvería con la mayor facilidad.
Piense bien: es hasta ridículo mantener la cara larga, tener que hacer fuerza para mostrar que se está herido. Pero existe gente que prefiere vivir así.
Lo más interesante en toda esta historia es que siempre la otra persona es la culpable.
Ah! el orgullo herido.